Disparo

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Te veo dormido y decido que ahora voy a disparar. No me voy a ir corriendo sino que voy a poner el dedo y hacer ese movimiento que ni vas a percibir. De alguna manera vas a ser eterno, aunque no te guste, aunque sé que me vas a odiar. Porque ahora estás ausente, en modo suspendido, tanto que ni siquiera te movés, pero el pecho sube y baja lento y sostenido y tenés la boca abierta. Estás tan dormido que ni siquiera te diste cuenta de que me arrastré hasta la punta de la cama y dejé libre la mitad del espacio. Nada. Ahora sos vulnerable, sos como ese nene africano desnutrido rodeado por el buitre. Sos Kennedy arriba de esa limusina descapotable. ¿Por qué nunca hablamos de Kennedy? Ahora no hablamos porque estás dormido y tu saliva está sobre la almohada, donde se mezclan tu perfume y el mío. Sobre, en, a través, más allá de la tela, impregnando la espuma. Una voz, mi voz, dice ahora. Te veo dormido y disparo.

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